comics Viernes, 24 julio 2015

7 preguntas a Guy Delisle (sobre Crónicas de Jerusalén y mucho más)

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Si van a la Feria del Libro, busquen (de preferencia, en el stand de los nuevos auspiciadores de esta sección: Íbero Librerías) «Crónicas de Jerusalén» (2011). Para la mayoría, se tratará de un producto híbrido, insólito: una novela gráfica de no ficción. O, lo que es lo mismo, un cómic basado en hechos de la vida real. Es decir, una historieta periodística.

Se trata de un género poco conocido incluso entre los mismos lectores de cómics (a pesar de que en el Perú tenemos a un gran exponente local en Jesús Cossío). Su mayor exponente mundial, por supuesto, es Joe Sacco, autor del libro fundacional de este género, también ambientado en medio del eterno conflicto de Tierra Santa: «Palestine» (1996). La referencia a Sacco no es gratuita, en una escena de «Jerusalén», Delisle casi casi se ve obligado a mencionarlo, como intentando marcar la diferencia entre ambos.

Porque mientras Sacco es un activista con sangre de reportero (o al revés), Delisle adopta el rol del pata común y corriente, con un nivel básico de información respecto de lo que está empezando a conocer y que se va sorprendiendo, junto al lector, de lo que va encontrando en el terreno. No pretende sermonear a nadie ni denunciar nada. No rehuye los momentos de genuino desconcierto frente a una cultura ajena (como podría rehuirlos quien quisiera vender un personaje políticamente correcto). Al contrario, los aprovecha y hasta podríamos decir que los explota, suavizándolos con el trazo lineal y sencillo de su dibujo. Esta fue la característica que lo lanzó a la fama con su obra más conocida, «Pyongyang» (2003).

La estructura de «Crónicas de Jerusalén» consiste en una serie de pequeñas escenas, agrupadas por los meses del año en los que Delisle vivió en Israel junto a su pareja y sus dos hijos. Es su primera obra a color y es refrescante ver cuán juiciosamente lo usa: con una paleta limitada que sirve a la narración en vez de rellenar mecánicamente los espacios en blanco.

«Crónicas» es una lectura entretenida pero a la vez muy sentida e inusualmente humana sobre un conflicto que pocas veces ha generado un tratamiento tan alejado de juicios ideológicos o posturas maniqueas. La presencia de los hijos de Delisle (que se vuelve amo de casa durante su estancia en Medio Oriente) aporta a buena parte de la historia y genera mucho interés para sus obras más personales, la saga de la «Guía del Mal Padre» (2013 – 2015).

Gracias a los buenos oficios de la Embajada de Francia en Perú, Guy Delisle estuvo en la Feria Internacional del Libro y tuvimos 15 minutos con él. Los aprovechamos al máximo:

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¿Qué es más peligroso y extraño? ¿Mudarse a un país con una cultura diferente o tener hijos?

Depende. Honestamente, una cultura distinta es más extraña, porque a los niños los conocemos bien. En el fondo no es tan raro. Ahora, cuando hago cómics el proceso es diferente en cada caso. Cuando describo a los niños, todo está basado sobre el humor y la ficción. En cambio, cuando describo a un país, trato de realizar un reportaje documental. Allí no hay nada de ficción o, en todo caso, hay menos ficción.

Entonces, ¿cuál es la diferencia entre lo que hace un periodista y tú?

La principal diferencia es que un periodista va en búsqueda de la historia. En cambio, yo espero que la historia me caiga encima para contarla. Una vez que eso sucede, voy, tomo notas y cuando regreso a mi país, recién leo las notas. A veces, no hay nada interesante y, entonces, no hay historia. No dibujo nada.

¿Por qué, a diferencia de lo que hiciste en «Pyongyang», optaste por el color en «Crónicas de Jerusalén»?

Pyongyang era un libro pequeño, mientras que «Jerusalén» era con un editor importante, y por eso pudimos incluir el color sin que resultara más caro. Pero si yo pudiera reeditar «Pyongyang» a color, no lo haría. Me gusta el blanco y negro, además, la capital de Corea era una ciudad muy gris. En cambio, Jerusalén era muy colorida.

Esta es un pregunta tramposa, pero, ¿quién tiene la razón en Jerusalén?

El problema de estos grandes conflictos es que todo el mundo tiene razón. Todo el mundo está de acuerdo en hacer la paz pero el problema es cómo lo hacemos. Ese es el asunto.

A nivel narrattivo, ¿qué fue lo más difícil de pasar de la animación al cómic? ¿Volverías a animar?

En el mundo de la animación, yo era un trabajador más, una parte en la cadena de producción. No estaba a cargo de la narración, para nada. No era un trabajo muy creativo. Ahora prefiero hacer cómic porque es mucho más creativo. Por supuesto, si yo estuviera a cargo, quizás, tal vez, me animaría a volver a la animación. Pero no haría una versión animada de ninguna de mis crónicas documentales. De hecho, para el próximo año tengo un proyecto pequeño para animar «La Guía del Mal Padre».

¿Qué expectativas crees que se han generado sobre ti? Tienes dos tipos de proyectos: crónicas documentales y, por otro lado, tu vida, digamos, familiar.

Sé que hay mucha expectativa por mi obra y mis próximos trabajos, pero sí sé una cosa: ya no será una crónica de viaje simplemente porque ya no viajo. Mi nuevo libro será muy diferente. Me encontré a esta persona que trabajaba en el sector  humanitario, que me contó su historia de secuestro. Estuvo tres meses secuestrado, esposado a un mueble. Me pareció fascinante esta historia y lo entrevisté durante mucho tiempo. Ahora estoy dibujando el día a día de ese secuestro.

Creo que no hay tanta diferencia entre lo que hace un periodista y tú.

Me gustaría hacer, en un futuro, la biografía de una persona conocida. Allí hay varias formas de narración que se pueden adoptar para un proyecto de ese tipo. Yo no sé en qué categoría caería un trabajo así. Yo simplemente sigo mis ganas.

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