comics Jueves, 14 julio 2016

«Esto es un error». Mi prólogo a la edición peruana de Preacher

Hace un tiempo, mi compinche Hernán Migoya –artífice del relanzamiento de Comics21, ahora con títulos galardonados de la historieta– me preguntó si quería escribir el prólogo de la edición peruana de «Preacher». Yo sólo tuve una pregunta:

– ¿A quién carajos tengo que matar?

Por suerte, no hubo necesidad de romper la ley y la edición –coincidente con el estreno de la esperada adaptación televisiva– ya está en los kioscos peruanos. Sale todos los sábados. Guárdenmelas. Mientras, aquí va el texto completo del prólogo:

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Esto es un error

Jamás pensé que llegaría este momento.

Durante años, acaricié en secreto la posibilidad de que esto –precisamente esto que usted tiene entre manos, querido lector– ocurriera. Durante años, estuve convencido de que jamás sucedería. Pero hoy, finalmente, está aquí: una edición peruana, de distribución masiva, a precio popular, de Preacher.

Tiene que ser un error.

Alguien la cagó.

No hay otra explicación.

La edición peruana de Preacher, hace casi dos décadas ya, no podía ser más que la fantasía culposa, entre nerd y achorada, de un adolescente al que le acababan de volar la tapa de los sesos y quería contemplar el espectáculo replicado cientos, miles, de veces a su alrededor. Pero eso era en los 90, entonces los cómics eran cosas de niños en nuestro país. Era absolutamente imposible que mis amigos, mis vecinos, mis compatriotas fueran también sometidos por esta especie de hijo mutante de Quentin Tarantino con Nikos Kazantzakis que acababa de sodomizar mi cerebro.

Jamás pasaría.

No hay forma.

Con el cambio de siglo la posibilidad siguió siendo remota. Especialmente, cuando estalló la popularidad de una historia de mucho menor calidad (cierta novela best-seller que no mencionaré aquí) que tomó muchas de las teorías en las que se basan algunos aspectos de la mitología fundacional de Preacher y las transformó en un thriller descafeinado con pretensiones de moraleja. El escándalo se desató en el mundo católico mientras algunos nos preguntábamos: ¿en serio? ¿De verdad van a hiperventilarse por esto? ¿Es que no han leído Preacher, amigos del Opus Dei? Vamos, si tienen que publicitar blasfemias a través del escándalo, han elegido mal. Muy mal. Las hipótesis de aquel best-seller parecían parábolas pías al lado de la salvaje irreverencia de Garth Ennis y Steve Dillon. Así fue como el rubro “sacrilegio” parecía agotado de la forma más sosa.

Pero he aquí que los astros empezaron a alinearse y, de pronto, la idea ya no parecía tan descabellada. El boom de las películas de superhéroes inició una bola de nieve de consecuencias incalculables. Para empezar, en el Perú, los cómics no solo dejaron de ser vistos como algo para niños sino que, increíblemente, se convirtieron en un negocio rentable. Basados en la popularidad de sus adaptaciones cinematográficas, las historietas de Marvel y DC llevan ya casi 7 años de publicación prácticamente ininterrumpida en nuestro país.

Mientras tanto, al norte, en Hollywood, los mandamases de la industria se habían rendido ante el noveno arte para inspirar sus espectaculares producciones. Pero los superhéroes ya estaban tomados. Había que buscar algo más. Y entonces, algún ejecutivo se dio cuenta de que existía Vertigo, el hermano menor desadaptado, a veces gótico, a veces punk, de DC Comics.

Gracias a Vértigo hemos tenido en nuestras pantallas a iZombie, Lucifer, Constantine y, desde hace unas semanas, la serie de Preacher (en el mismo canal que produjo esa otra gran adaptación no superheroica de un cómic: The Walking Dead). Y, gracias a esta serie de televisión, alguien en Perú decidió que era momento de publicar el cómic en nuestro país.

Los astros se han terminado de alinear.

Ha llegado el día del juicio.

Con un poco de suerte (y si nuestras autoridades políticas y religiosas nos ayudan con un poco de escándalo, tanto mejor), en las próximas semanas tendremos a muchas mentes jóvenes explosionando como si hubieran recibido el impacto de una bala del Santo de los Asesinos.

Con un poco de suerte, esas mismas mentes jóvenes entenderán o captarán que, debajo de los pedazos de cuerpo explotando, de las fantasías herejes, de las groserías a granel y de los distintos niveles de incorrección, Preacher es una historia con corazón. Con espíritu. Sí, es una exploración sin concesiones del patetismo al que podemos descender los seres humanos, de cuánto nos podemos degradar, de cuánto de esa degradación es culpa del nihilismo individual y cuánto, responsabilidad de nuestros prójimos. Pero también es, sobre todo, la historia de Jesse Custer, nuestro predicador, alguien que está, simplemente, buscando hacer lo correcto. Hacer lo correcto con su chica, con su nuevo amigo, con la memoria de su papá y, sobre todo, con el resto de la humanidad, abandonada por un dios cobarde y tan banal como nosotros, sus engendros.

Con un poco de suerte, la publicación de este cómic en nuestro país se convertirá, como lo fue en su momento en los EE.UU. en una celebración de la libertad de ofensa. Una forma de ir haciéndonos entender que la provocación es una virtud en una sociedad conservadora, como la nuestra, aterrada ante la posibilidad de cualquier mínimo cambio que le otorgue un poquito más de libertad a la gente que piensa o siente o se comporta distinto.

Con un poco de suerte, todo lo que tuvo que suceder para que este cómic esté en sus manos, amigo lector, y todo lo que sucederá desde que empiece a leerlo, todo eso, todo, habrá sido un error de la puta madre.

Amén.

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«Preacher», la serie de TV, actualmente en su primera temporada, se transmite todos los domingos en el canal AMC gringo, en su repetidora de cable local o en su torrent más cercano.